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Cánticos de Amor

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Hubo una vez, en las islas de Hawái, un ave con uno de los cánticos más hermosos. Estoy seguro de que sus melodías tenían dos propósitos: el primero, un canto a su creador y el segundo, un canto a su amada. Este último fue el cántico que quedó registrado por el hombre, y lo hizo cargado de nostalgia y tristeza, ya que nunca fue respondido. Esto se debió a la situación del ave, puesto que era el último de su especie. Se menciona que, después del año en que su sonido fue registrado, jamás se volvió a escuchar su canto en las islas de Hawái.

Cuando conocí esta historia, me planteé varias preguntas: ¿Fue la muerte del ave, su edad o la soledad lo que lo llevó a su final? ¿Acaso murió solo, o logró encontrar a otro miembro de su especie? Y si murió solo, ¿a quién fue dirigido su último canto antes de morir? ¿Fue a Dios o a su amada?

Las primeras preguntas me resultan difíciles de responder, dadas las circunstancias del pequeño amigo. Pero las dos últimas no solo me llevaron a una respuesta, sino a una reflexión profunda sobre el amor y cómo este supera mis todas mis capacidades.

Comencé a leer 1 Corintios, capítulo 13, donde el apóstol Pablo nos habla sobre el amor, describiéndolo con características que lo resaltan de manera única. Nos dice que el amor es sufrido, es benigno, que no es jactancioso, que no busca lo suyo, y continúa mencionando otras cualidades. Está claro que, al escribir esta carta, Pablo pensó en alguien, alguien que le permitió comprender el amor de una forma amplia y hermosa. También encontré en la Biblia otra visión del amor, en el libro de Salmos, capítulo 103, donde el salmista describe el amor como la satisfacción plena y única que necesita nuestro corazón. Esta satisfacción se presenta como la experiencia vivida del salmista, quien resalta cómo cada aspecto de su vida fue suplido por esa satisfacción bendita.

Al combinar ambos textos, encontré una comprensión clara: lo que Pablo y el salmista nos enseñan es que el amor es un regalo otorgado. Este amor lo vemos en aquella persona que permitió que Pablo comprendiera el verdadero amor, y también en aquel ser que otorgó al salmista la satisfacción que solo el amor puede dar. Pero, ¿quién es este dador? La respuesta nos la dan ambos: es Jesucristo. Él es el ejemplo puro de amor; el amor mismo que se hizo carne para enseñarnos la prueba de amor más grande en toda la historia del mundo y del cosmos, al entregar su alma y su cuerpo en sacrificio por la salvación de nuestros pecados.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la historia del Kahuai oo, el ave de la que hablábamos al principio? Pues tiene todo que ver, porque no importa a quién fue dirigido su último canto. Si le cantó a su amada, cumplió con una de las características del amor: "todo lo espera". Esta característica nos enseña que el amor nunca pierde la esperanza, se mantiene firme incluso en las dificultades, en las tribulaciones, en el dolor. Fue en esos momentos de silencio, cuando un cántico se elevó, que, aunque no fue escuchado de cerca ni a lo lejos, no dejó de entonarse y fue tan vivo, tan alegre, tan lleno de esperanza, que llegó a los oídos de su dulce flor. Por otro lado, si el canto fue dirigido a su creador, estoy firmemente seguro de que el Kahuai oo encontró su satisfacción en Él, pues sabía que aquel en quien puso toda su confianza, supliría todas sus necesidades, sanaría todas sus dolencias y lo rescataría de aquel hoyo silencioso, llevándolo hacia un coro eterno lleno de amor y misericordia.

Ahora, me gustaría hacerte una pregunta: ¿Alguna vez has escuchado estos dos cánticos en tu vida? Yo sí. Y, al mismo tiempo, escuché estos dos cánticos en la muestra de amor más grande del mundo, cuando una persona le cantó amor a su amada en medio de un odio intenso, y donde le cantó amor a su creador en medio de una insatisfacción total.

¿Llegaremos a ese nivel de canto? No lo sé. Eso puede tomarnos años, décadas, o incluso siglos. Pero de algo estoy seguro: que este será uno de mis objetivos para 2025, y quiero que también sea el tuyo. Aunque nos lleve toda una vida, quiero empezar ahora. Quiero empezar a comprender más de ese amor, más de esa convicción, más de ese perdón; para mi familia, para mis hermanos, para mis amigos, para sus problemas, para mis problemas, para…. mis fracasos. Quiero entonar canticos de amor.